viernes, 31 de julio de 2009

Pablo Méndez "Preferiría no hacerlo (after...)"

“Preferiría No Hacerlo (After …)”

por Pablo Méndez 2008

Mendez.pablo.julian@gmail.com


“Todos conocemos a los Bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que jamás ha sido visto leyendo, ni siquiera un periódico; que, durante prolongados lapsos, se queda de pie mirando hacia fuera por la pálida ventana que hay tras un biombo, en dirección a un muro de ladrillo de Wall Street; que nunca bebe cerveza, ni té, ni café como los demás; que jamás ha ido a ninguna parte, pues vive en la oficina, incluso pasa en ella los domingos; que nunca ha dicho quién es, ni de donde viene, ni si tiene parientes en este mundo; que, cuando se le pregunta dónde nació o se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo sobre él, responde siempre diciendo:-Preferiría no hacerlo." (Vila Matas, Bartleby y compañía)

Enrique Vila Matas, en el año 2000 publica el libro Bartleby y compañía, en el cual analiza los artistas (toma escritores, filósofos y artistas plásticos) que prefirieron el No como respuesta. En algunas circunstancias implicando el silencio, en otras otra forma de actividad olvidándose de un espectador… ¿olvidándose?
Vila Matas, busca las razones, en verdad, defiende un poco el sinrazón de sus pensamientos, y da qué pensar sobre el por qué hablar, y por qué callar, para quién, ¿el silencio otorga, demanda?

“Bartleby y compañía”, es presentado a nosotros como un conjunto de notas al pie de página de un texto invisible: “este diario que va a ser al mismo tiempo un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible y que espero que demuestren mi solvencia como rastreador de Bartlebys.” (Vila matas, Bartleby y compañía)

¿Dónde está su silencio? ¿En el libro invisible?
Para qué comentarnos la existencia de un libro invisible, si sobre este no sabremos nada, sólo que existe y es invisible.
Veremos sólo los albores que rodean este escrito. Esta declaración es un gesto de Vila Matas, para proclamar un No desde el mostrar. Decide que el texto sea invisible. ¿Invisible a quién?, ¿a nuestros ojos? ¿A los de todos? ¿A los suyos? Esto nos da la pauta de su negación a mostrar, de una mínima negación.

Pienso que hay varios Bartlebys, uno considerado desde la lectura de “Bartleby el escribiente” de Herman Melville (1856). Otro desde la interpretación que hace Vila Matas del Bartleby de Melville, adaptándolo a los valores de negación, a veces ficticios y otras verídicos. Otra mirada, quizá un poco más tradicional en la forma de análisis es la de Giorgio Agamben, que en “Preferiría no hacerlo” (Pre-textos, 2000) plantea, realiza ciertos análisis de índole casi literaria histórica, sobre la Potencia del No. Sobre cómo todo lo que esté en potencia puede ser un sí o un No y las razones de ser de las potencias mismas. El paso de la potencia al acto.
Discrimina que para que algo que esté en potencia pase a ser acto hay tres instancias: la voluntad, la facultad de realizar el acto, y la realización del acto mismo.
Por lo tanto la creación o el acto están condicionados, por ejemplo, por facultades.
Y por otro lado, plantea el “entendimiento” como un tema importante, o así lo valoro yo. Dónde está el entendimiento del Bartleby. Es una negación sin explicación la del Bartleby de Melville. Y ese “entendimiento” que tanto atosiga al abogado, creo que es una de las brechas importantes a la hora de analizar los artistas del No, ya que ¿entienden ellos por qué no? ¿Para quién es ese no?

Volviendo a la idea de potencia, cómo hago para discernir las personas que son artistas del No en potencia, de los que siquiera están en esa instancia. Quiénes eligen callar y quiénes jamás cuestionaron su silencio continuado tal vez por inercia o por no tener nada para decir. Dónde está la diferencia entre un “civil” que no hace arte, y un artista del No.

Creo que eso se resuelve en el gesto de No. Por ejemplo en el mostrar: qué mostrar y cómo. Ahí reside el acto de No. Esto es lo que discrimina a los seres que son en potencia, que no realizaron ningún acto.

A partir de esto, pienso en dos tipos de construcciones de No posibles.
1) Una desde el no mostrar, con el gesto que demarque para todos que decido no mostrar.
Remitiendo un poco a la idea de Alfredo Jaar, el fotógrafo chileno que tras la masacre de Rwanda, decide presentar una exhibición donde se nos muestran unas cajas negras donde en teoría se encuentran las imágenes de la masacre. Es decir, decide tener el gesto del No mostrar, y en este caso no otorga, demanda.

2) Realizar las notas al pie de una imagen invisible. Es decir analizar a todos los autores que alguna vez decidieron representar el No de cualquier forma. (Esta modalidad sería heredada de Enrique Vila Matas)
En este caso trabajaré desde la reproducción mecánica de quienes representan para mí de alguna forma el No. La forma en que realizaré este trabajo será en alusión a Sherrie Levine, y a su interés por la apropiación de objetos que pertenecen al género artístico con una herramienta artística.

Notas portátiles sobre una realidad contemporánea. O realidad ficcional funcional a mi búsqueda del Bartleby perfecto. * Notas de ayuda para la realización y entendimiento de esta investigación.

Abriré mis notas al pie de la imagen invisible comentando las fotografías de Sherrie levine que, para mi, es uno de los más grandes representantes bartleby en la historia de las artes visuales. ¿Qué hizo de particular esta mujer?, se dedicó a copiar de forma mecánica las obras de los grandes maestros de la fotografía, utilizando el mismo medio. Analiza la posibilidad del medio a través del medio mismo. Sherrie Levine se dedicó a hacer reproducciones de obras entendidas como trascendentes de la historia de la fotografía: era una mera copista.
Ahora, sus obras llevaban un título no accidental ni ingenuo: Untitled (after…”author’s name”) Nos plantea de alguna forma que después de este autor todo se repite, no hay nada más. Un poco como crítica a las problemáticas de los años ‘60s en la posmodernidad cuando se creía ya todo hecho.
Ahora, ella decide no callar de forma pasiva, sino ser una copista y de alguna forma ponernos delante de la cara lo que está pasando en gran escala en todo el mundo. Construye una metáfora del arte en decadencia en que se copian a los autores ya consagrados.
Más allá de cuestionar la idea de autoría, me gustaría quedarme con la idea de que es una copista, ya que bartleby también lo fue hasta cierto momento en que prefirió no hacerlo. Ahora, ¿Sherrie en algún momento se detuvo? Según tengo entendido se siguió manifestando hasta la actualidad. Yo voy a considerarla muerta tras el día en que expuso por primera vez la serie “(After Edward Weston)”, donde el hijo de Weston esperó la apertura de la Galería Metro Pictures al público para disparar contra la mujer que le costaría millones a la familia, Nueva York, 1979.
(Pues, por qué adquirir la obra de Weston, cuando puedo adquirir la misma imagen con un plus de valor, que es el que se haya “realizado” por una artista tan trascendente ¿? como Sherrie Levine)
Consagrándola como Bartleby, negando su patética realidad donde creo no aportó más al mundo tras esas obras y su reflexión del acto de copiar siendo un ser casi alienado. Una forma interesante de decidir NO. No hacer, sino copiar. Callar de alguna forma, sin otorgar. Callar con una palabra que demuestra el silencio.

Alfredo Jaar, artista chileno que trabajó sobre la masacre de Rwanda en el año 1994. Eligiendo (prefiriendo) no mostrar el material directamente, sino sugerirlo. Estableciendo un shock, sin imagen. Al final, una imagen sugerida.
Realmente ¿uno ve las imágenes como imágenes en sí? ¿O está alienado a la hora de observar y predispuesto a ver lo que se debe ver? De esta forma, Alfredo Jaar juega con cómo producir el Shock sin mostrar nada realmente, simplemente proponiendo el ocultamiento.
Pienso también en el efecto de Shock que produce en el abogado al escuchar la respuesta del joven Bartleby (I prefer not to…), y pienso un poco en el tipo de reacciones que pudo haber habido frente a esta controvertida forma de mostrar sin mostrar.
Asocio el trabajo de este autor especialmente en la tradición islámica (jugando también con algunas ideas de Heidegger sobre la obra de arte que oculta y muestra al mismo tiempo). Donde se habla de la necesidad de lo oculto para la aparición del deseo, de la intriga, de cierto “motor de vida”. Hay que callar para que el habla tenga valor, hay que ocultar para que lo mostrado se realce. O hay que mostrar para que lo oculto tome fuerza en ese gesto.


Hay una idea que creo que atosiga a la mayoría de los fotógrafos o artistas en general que es la de tener que decir algo con la imagen y que tenga alguna trascendencia.
Primero me gustaría hablar sobre lo que es la trascendencia. ¿Puede alguien explicármelo? Realmente, ¿no es cada individuo el que carga de trascendencia a las situaciones? Citaré a un amigo: “La noción de trascendencia siempre me confundió un poco. Me remito en particular a la segunda definición del término que figura en el diccionario de la Real Academia Española, donde se caracteriza como un “…resultado, consecuencia de índole grave o muy importante”. Así las cosas, no parece haber demasiado lugar para la confusión. (…)Por mucha introspección que realizara, no conseguía arribar a una conclusión satisfactoria de una situación de trascendencia en mi vida. No precisamente porque mi vida hubiese carecido hasta entonces de hechos fácilmente calificables de significativos. Sino que al hacer un racconto de dichos sucesos, no tengo recolección alguna de haber sentido nada fuera de lo ordinario en el transcurso de los mismos.” No considero a este compañero de vida como un sujeto deprimido, ni deprimente. Sino como a alguien que considera la trascendencia de igual manera que yo. Las cosas no son trascendentes de por sí, la gente las carga de trascendencia, por eso para alguien la trascendencia puede estar dada en un paseo en la calle, como para otro en los “instantes decisivos” de la vida.
Ahora me tengo que referir a los instantes decisivos. Al igual que la trascendencia (estoy seguro que cada quien la construye), no creo en la existencia de instantes decisivos. ¿Enmarcar una foto la hace decisiva? No vamos a meternos en un asunto que ya mezcla la idea de la “teoría del caos” (cualquier mínima cosa afecta el futuro), simplemente quiero dejar asentado que para mi se sobre estima la realidad y la visión fotográfica.

Me parece que hay autores que en un punto dejan de lado la intención de trascender. Que de alguna forma niegan la fotografía artística como debería ser concebida hasta el momento. Podría ejemplificar esto con las fotos de Jeff Wall, o con las de Stephen Shore, artistas que trabajan con una cuestión que podría responder a la consagrada frase de Julien Gracq: “lo que pasa cuando no pasa nada” (Tentativa de agotar un lugar parisino) El trabajo de estos fotógrafos, al final es una forma de negar el arte en el sentido tradicional de entendimiento. Suspender los esquemas de lectura normales de una obra de arte, para plantear propios inherentes a la obra misma.
Se que estos no son bartlebys de ninguna manera, pero que plantearon de alguna forma un “preferiría no hacerlo” (hacer obras) de forma tradicional.
En verdad creo que se corresponderían más con Herman Melville, como creadores de imágenes que no tienen un sentido oculto y trascendente, sino exactamente lo contrario. Se quedan callados, y dejan abierta la duda de su sentido, para todo espectador posible.

“Son muchos los que consideran que la magia de la fotografía reside en la posibilidad de contener un fragmento de la realidad que queda congelado y permite ser recordado para siempre. Sin embargo, y como en casi todo, existe otra versión de los hechos. La fotografía de
Philip-Lorca di Corcia (Hartford (Connecticut), 1951) elimina de la imagen la atracción de representar un instante concreto; el artista no presenta su obra como una definición de la realidad, más bien la convierte en un anti-evento” (Filippo Maggia)

Edward Ruscha en el año 1962 publicó su libro “26 gas stations”, que consistía precisamente en mostrar imágenes de 26 gasolineras que fotografió en Los Ángeles, Estados Unidos.
Hay muchas formas de preferir no hacer. Hay formas de no mostrar mostrando. Y me parece que Ed Ruscha nos plantea una. ¿Para qué ver este catálogo de gasolineras? ¿A quién le puede interesar ver 26 gasolineras?
Para Ruscha, el pro­pósito de sus libros «tiene que ver con la fabricación de un objeto en serie. El producto final tiene un carácter muy comercial, muy profesional. No necesariamente aprendes algo con mis libros. I...] Quiero un material absolutamente neutro. Mis cuadros no son interesantes, ni lo es su temá­tica. Son, simplemente, una recopilación de "realidades"; mi libro es mas bien una especie de recopilación de "readymades"».
La neutralidad, la funcionalidad digamos como documento de la fotografía en este caso, me remite a la idea de Bartleby como un copista, catalogador de realidades. Me pregunto ¿para qué?, donde veo que Ruscha deja el lugar incierto, así como Bartleby que jamás nos aclara por qué preferiría no hacerlo.

Debo hacer referencia también a Nauman, este ser performático que pensaba que se debía pasar del producto al hacer. Como diría Marx “La mercancía es trabajo muerto”.
Nauman de alguna forma pensaba en la performance como el fin medio, dejando de lado el registro que pudiera haber de sus acciones. De alguna forma niega el registro, la retención. ¿Amar lo efímero no es acaso ser un Bartleby, apreciando las cosas por ser irrepetibles e incontenibles? Olvidarse del registro para futuro, y quedarse con el fin en el instante, que de alguna forma lleva a cuestionar, ¿para qué realizar una toma fotográfica?

Creo que a esta altura, el término Bartleby se expandió muchísimo en mi búsqueda y me gustaría re plantear la idea de Bartleby, ya no desde Melville, ni desde Vila Matas, sino desde mis notas al pie de una fotografía invisible que investiga a los autores que de alguna forma deciden el NO. Mi Bartleby, prefiere la vida antes que el arte. Cuando crea en verdad, no está creando en función del arte, sino en función de la vida. Vivir en forma artística se podría decir.

Eugene Atget fue otro artista del No. Su trabajo fue para terceros en un principio catalogando casi toda la ciudad de Paris y sus habitantes. Especialmente me interesa recalcar que para él sus tomas no eran de forma alguna de índole artística. Simplemente eran funcionales a la causa. Y cuando los surrealistas lo invitaron a formar parte de su grupo, este se negó por no interpretar sus imágenes como arte. Negando la posibilidad de arte desde la herramienta fotográfica, Eugene Atget hizo miles de tomas, catalogando la ciudad por completo, pensando que no la estaba apropiando. Me importa que su intención fue la de no ser artista, sino un mero retenedor de la ciudad. De nuevo, aparece esta imagen de un copista, que prefiere no integrarse a un modelo artístico, no nos da una respuesta, pero es funcional a una causa, creyendo no aportar nada más al sistema.

Cada vez me resulta más evidente que en la fotografía hay un lazo directo con la condición de Bartleby por la necesidad de un referente y por lo recurrente de catalogar la realidad. Sin embargo, creo que hay algunos autores que aún siendo fotógrafos “bartleby”, sumaron una dosis de NO especial.
Pero ahora, haciendo referencia a la pareja Bernd & Hilla Becher, o a Eugene Atget como ya mencione, creo que consideran el registrar de una forma más bien metódica, un registro de lo real, donde no importa tanto la imagen lograda, sino lo que querían capturar, Casi una negación del medio. ¿Para qué tomar fotografías y no ir a ver el edificio mismo? ¿Por qué nos muestran las distintas caras del edificio en vez de invitarnos a visitarlo? A parte, ¿dónde está su parte de creación? Si en verdad están mostrando el trabajo de otro y ellos mismos querían revalorar el diseño arquitectónico en Alemania. Entonces, ¿para quién realizaban esas fotografías y qué querían decir con ellas?

Chema Madoz, fotógrafo español contemporáneo, es otro que decide que No. Un artista que crea sus objetos como simples bromas de la realidad, como simples anacolutos o transfiguraciones de la palabra/objeto, y luego los fotografía, de alguna forma está insultando el medio.
Geniales objetos logra este artista, pero decide atarlos a un fotograma, que no se puedan escapar y tengan una única mirada. Pero qué castrador inventor. Niega que la existencia de los objetos eterna, y los convierte en objetos efímeros, de un instante. ¿Para qué fotografiarlos? ¿Por qué?, no veo una razón.
La única que encuentro es la apropiación de objetos que no son propios. Chema Madoz, pone su firma, su estampa fotografiando objetos robados. ¿Qué nos asegura que son suyos?, el que aparezcan en sus fotos no implica de ninguna forma autoría objetual. Los vuelve a transformar en objetos y esta vez se los apropia (al mejor (o peor) estilo Sherrie Levine). Pero es una apropiación vacía, insulsa, ya que la gracia del objeto reside en ser objeto en sí. Ver una imagen del objeto, es como ver los albores de una imagen invisible. Ridículo.

Loretta Lux, fotógrafa contemporánea alemana, trabaja con técnicas tanto digitales como de iluminación y copiado, en los que termina logrando que sus fotografías resulten ser similares a una pintura. Si uno tiene oportunidad de ver un original, se encontrará con texturas de las tintas similares a una pintura. Algunas imágenes le llevan 6 meses de trabajo con la computadora y pruebas de copiado para lograr lo que quiere. Hasta qué punto este trabajo tiene que ver con la imposibilidad de trabajar de otra manera, de una facultad manual quizá (para pintar tradicionalmente por ejemplo), hasta qué punto tiene que ver con sentir agotada la fotografía en si misma y volver a mirar a la pintura como referente inicial. ¿Dimos toda una vuelta en espiral para volver al punto de los pictorialistas en que se niega la existencia de una especificidad en la fotografía y avalamos de nuevo lo tradicional y seguro?


Poco a poco, se va definiendo un bartleby contemporáneo, donde casi es Ley no mostrar, si uno elige ser coherente con sus valores y discursos.
¿Cómo mostrar en el mundo contemporáneo, donde todo es cosmético, y se olvida la parte ético (ética)?. Donde prima el concepto, se podrían colgar palabras en los museos para conformar una institución arte como libro gigante. La literatura, de alguna forma terminó por ocupar el lugar de las artes visuales. Pero una literatura burda, palabras sueltas, que juegan “poéticamente” con el espacio.
En un futuro no muy lejano, el arte será la recopilación de ideas irónicas metidas en un gran libro titulado “Institución arte portátil”. ¿No se trata todo de eso? ¿Que sea portátil? (las tiendas de los museos ya están, con sus catálogos y bolsas con súper diseños, atentas a pescar cualquier comprador snob)
En toda la investigación terminé por llegar a la conclusión de que Bartlebys los hay de muchos tipos, pero que los del tipo que realmente aprecio, son aquellos que prefieren la vida artística, vivir artísticamente. Eso quiere decir exactamente lo contrario a lo que todos pueden pensar. No es la vida de un “artista bohemio” alocado, sino de una persona silenciosa, que crea por la propia necesidad de crear, jugando con un proyecto estético y en algún punto conceptual (sin primar ninguna de las dos), para sugerir ambas cosas entre sí, y que cuando se le pregunta si quiere mostrar su material responde, nada mecánicamente: Preferiría no hacerlo.

Un instante me detengo para plantear que la verdadera frase expresada reiteradas veces por Bartleby (el original) es “i prefer not to…” que en verdad, para nosotros es “Prefiero No…” dejando abierto el espacio.
Yo creo que a la conclusión a la que llegué es que de alguna forma “prefiero no serlo” (artista en las condiciones establecidas por el sistema arte). O Prefiero no serlo simplemente…
Cuántas cosas uno prefiere no ser.
Cindy Sherman eligió no ser, prefirió no ser. Ella es la fotógrafa y la fotografiada. Tomemos simplemente su serie en que crea “posibles escenas cinematográficas”. Son películas que no existen, arma el estereotipo y construye un personaje que ella decide representar. Es como establecer, ya que todo es representación (si yo planteo realizar un autorretrato, también va a ser una representación, y voy a mostrar lo que para mí representa una parte válida), ¿por qué no llevar este concepto de la representación a un extremo?
Cindy Sherman elige hacer, pero no elige ser en sus fotos. Elige representar, representarse como un tercero, que me parece una forma de vivir artísticamente. Vivir en la ficción. Ahora, ¿para qué las fotografías? ¿Por qué esa necesidad de que todos sepan que ella elige distanciarse de su persona?
¿De nuevo prima el gesto?
Creo que si me dan para elegir, me quedo con la artista Sophie Call que intenta ser otros, intenta representar a otros, viviendo artísticamente. Su arte es inaprensible, inobservable, sólo es un concepto, y es hermoso, porque ella misma se transforma en obra de arte, una obra de arte activa, que activa.

Cerrando un poco estos análisis/ notas al pie de una imagen invisible, me doy cuenta que “no haciendo”, también se puede hacer. Que negar es crear de alguna forma, no se puede escapara a la creación (es como plantear la existencia de un “anti concepto”, siempre va a depender de la existencia del concepto para ser anti, por lo tanto no es libre, sino que está en función del concepto)
El bartleby planteado por Melville, es y no es, no dice nada. Intenta dejar todo abierto para que el otro lo interprete. La tarea de los curadores, la mayoría de las veces, es exactamente la contraria. Guiar una exhibición hacia un sentido. Un único sentido. Yo me propongo en este proyecto, “after” todas estas revisiones, por un lado: no crear. Por un lado, propongo una revisión curatorial de materiales que para mi hablan por si mismos, y que no tienen que tener ningún sentido, son lo que son. “Todo es lo que parece” como proclaman los Anti Metaforicistas (Los literales). Esto lo estuve realizando ya sobre la obra de otros (todos los analizados anteriormente) y lo pienso realizar sobre mi obra que fue realizada sin pensar en nada en particular. Sin ninguna búsqueda significativa.

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